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Pregon 2011


El Pregonero de este año 2011 es

José Luis González Rodríguez, ciudadano de nuestro municipio, concretamente de los Vados, arenusco como el que más, se podría decir de el que es una persona polifacética, le encontraremos en multitud de tareas y menesteres, desde los mas sencillos a los mas complicados, siempre colaborando y al servicio de los demás como buen cristiano que lo es.
Todas estas cosas hacen de él una persona extraordinaria, con una gran capacidad humana, preocupado y comprometido.
Para saber mas de el, lo mejor que podemos hacer es deleitarnos con la lectura de su Pregón, sobran las palabras…

 

Creo en Dios que es un ser inaccesible, espiritual, eterno, misterio, al que me enseñaron a llamar Padre, pero que tiene detalles preciosos de Madre; un Dios que todo lo puede en el amor, que solo sabe querer y perdonar.

Creo en Jesucristo, su único Hijo nuestro Señor, del Padre nació y al Padre volvió; un Jesús portador de semilla divina, con el mismo corazón de Dios.

Creo en el Espíritu Santo, fuerza viva del amor de Dios que habita en cada cristiano; alma e impulso que mueve a nuestra Iglesia a seguir los pasos de su Maestro.

 

Saludo al señor párroco de nuestra parroquia de Santa Catalina Mártir de Arenas y director espiritual de la cofradía Ntro. Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores, Reverendo Padre D. Jesús, gracias por permitirme el uso de la palabra en este templo.

Saludo a nuestra alcaldesa y a los concejales que nos acompañan.

Saludo a los hermanos/as de la cofradía Ntro. Padre Jesús Nazareno y María Stma. de los Dolores, en especial a Mª Ángeles López y Manoli Cuadra y agradecerles de corazón, la confianza mostrada en mí para realizar la tarea de ser Pregonero de la Semana Santa de Arenas.

Saludo a mi familia, padre, hermanos y sobrinos, que hacéis que me sienta como si estuviera en casa.

Os saludo a todos y cada uno de vosotros Cristianos de Arenas y demás amigos.

Aquella tarde cuando llegué a casa del trabajo no podía imaginar lo que me iba a suceder. Allí estaba mi mujer esperándome con la noticia, me dijo con cara sonriente: “Mª Ángeles quiere que des tú el pregón de Semana Santa este año en Arenas.”.

Me preguntaba por qué habrían pensado en mí, qué pensarían que pudiera decir yo sobre nuestra Semana Santa.

No soy persona que tenga esa pizca de gracia, el saber contar un detalle, la memoria histórica de las cosas que han pasado durante años en nuestro pueblo, en nuestra Semana Santa, ni tengo la capacidad para poder contarlo de forma tan hermosa como nos la han contado nuestros paisanos en anteriores ocasiones.

Pero a pesar de todo habían pensado en mí. Y mientras me seguía preguntando el porqué, la idea empezaba a ilusionarme.

Aquí estoy, intentando contar mi modesta experiencia y mis vivencias de Semana Santa.

No puedo hablar en profundidad de ningún tema en específico relacionado con ella. De la historia de nuestra Semana Santa sabré lo mismo que cualquiera de los que estáis aquí, y, desde luego, bastante menos que muchos de vosotros.

Pero sí conozco mis sentimientos, mis recuerdos de la Semana Santa de cuando era un niño y mis vivencias de Fe como cristiano de lo que celebramos ahora. De eso, es de lo que os puedo hablar.

El Recuerdo.

Desde pequeño he vivido la Semana Santa de una manera especial, distinta.

Para mí no era otra fiesta más, sino que era una celebración donde se unían estrechamente la Fe y las tradiciones de  mi pueblo, cosas que hemos heredado a lo largo de los años de nuestros abuelos y padres, cosas que nosotros debemos transmitir a nuestros hijos, porque nosotros no podemos perdurar eternamente, pero nuestra Fe y tradiciones sí perdurarán.

Todavía recuerdo como los niños de mi calle, con la ayuda de padres y madres preparábamos nuestra pequeña semana santa vecinal, preparábamos un pequeño trono hecho de retales de madera y con una imagen de Cristo cogido de la casa de algún vecino.

El sonido de los tambores venía de latas de aceite de coche vacias que cogíamos del taller de nuestro vecino Antonio.

Las madres acompañando nuestra ilusión iban alumbrando a nuestro trono durante el pequeño recorrido que hacíamos por las calles de nuestro barrio, era nuestra semana santa vecinal.

Así durante varios años en  los cuales se fue mejorando nuestro trono, nuestras vestiduras de la banda y de aquellos pequeños portadores de trono, pero cuando fuimos creciendo nuestra semana santa vecinal se nos quedaba pequeña.

Ahora la mayor ilusión era vestirse de penitente en alguna cofradía y poder realizar el recorrido por la calles del pueblo. Así pude hacerlo durante varios años.

Años que no me perdía ninguna salida procesional ni ningún encierro,  lo que se dice vulgarmente ser un “capillitas”. En aquellos años descubrí la semana santa procesional.

Así recuerdo la Semana Santa de mi niñez, la de hace más de 20 años.

LA REFLEXION

Otra bien distinta es la Semana Santa de hoy, la que nos toca vivir en este momento. Entre aquella Semana Santa de la niñez y esta otra de hoy, veo grandes diferencias. Y no solo porque haya cambiado mi óptica de niño por una forma adulta de ver las cosas, sino porque los tiempos cambian.

Pero hay diferencias si las miramos desde el punto de vista cofrade, de la Semana Santa en la calle, de las procesiones, de las costumbres. Porque desde el punto de vista religioso, desde el interior de cada uno, no hay diferencias.

Para un cristiano la Semana Santa de hace veinte años tiene el mismo significado, la misma liturgia, el mismo mensaje que pueda tener hoy y el que tendrá cuando pasen otros veinte años.

La fe en Cristo, la enseñanza y el ejemplo que nos dio con su vida y muerte entre nosotros hace dos mil años, la esperanza en que su Resurrección que será también la nuestra y que la Gloria prometida alcanzará algún día a la Humanidad; eso no ha cambiado y no va a cambiar nunca. No va a haber tendencias culturales, cambios sociales o grandes acontecimientos históricos que lo vayan a poder modificar.

Y así empecé a sentirlo, cuando descubrí a través de retiros espirituales organizados por  mi parroquia en estos días de Semana Santa, sentí y viví lo que realmente los cristianos celebramos en estos días; La Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, o lo que es lo mismo, AMAR, MORIR y RESUCITAR.

Miguel Hernández lo describió muy bonito en un poema:

“Viene con tres heridas:

La del amor,

La de la muerte,

La de la vida”

DOMINGO DE RAMOS

Cuando llegaba a Jerusalén para celebrar la pascua, Jesús les pidió a sus discípulos traer una mula y la montó. Antes de entrar en Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y otros cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban saludar a los reyes.

Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban: «¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!»

Entró a la ciudad de Jerusalén, que era la ciudad más importante y la capital de su nación. Mucha gente, niños y adultos, lo acompañaron y recibieron como a un rey con palmas y ramos gritándole “hosanna” que significa “Viva”.

La gente de la ciudad preguntaba ¿quién es éste? y les respondían: “Es el profeta Jesús, de Nazaret, de Galilea”. Esta fue su entrada triunfal.

La muchedumbre que lo seguía estaba formada por hombres, mujeres y niños, cada uno con su nombre, su ocupación, sus cosas buenas y malas, y con el mismo interés de seguir a Jesús.

Algunas de estas personas habían estado presentes en los milagros de Jesús y habían escuchado sus parábolas. Esto los llevó a alabarlo con palmas en las manos cuando entró en Jerusalén.

Fueron muchos los que siguieron a Cristo en este momento de triunfo, pero fueron pocos los que lo acompañaron en su pasión y muerte.

JUEVES SANTO

Todos los días son días de amor, el Jueves Santo es el día del amor fraterno porque Jesús lo instituyó desde el lavatorio de pies y la Eucaristía que es la entrega total (su cuerpo y su sangre). Un día sin Amor es un día muerto, si pudiéramos distinguir entre los días muertos y los días llenos de amor, y por tanto de vida, nos daríamos cuenta que hemos vivido menos de lo que creíamos.

En este día Jesús amó a los suyos hasta el final, esa tarde su corazón latía con más fuerza, había intensidad en sus palabras, en sus signos, en sus gestos; aquella cena iba a ser la última, todo suena a despedida; era también el culmen de una trayectoria y el arranque de otro tiempo, el principio de otros encuentros.

El amor de Cristo se manifiesta en tres dimensiones, la Amistad, el Servicio y la Entrega, y así podremos ver como Jesús mismo es el fin de todo amor.

Una vez, en una cena en casa de unos fariseos:

Una mujer pecadora….llorando, empezó a regarle los pies con sus lágrimas, se los secaba con el pelo, se los besaba y se los ungía en perfume” (Lc 7, 38).

Algo inédito que conmocionó a los discípulos ocurrió en aquella cena: Jesús se levanta, coge una toalla, se la ciñe a la cintura y se arrodilla ante sus discípulos para lavarle los pies.

Lavar los pies era un oficio de esclavos, pero Jesús quiere ser el esclavo, el diacono de todos. El gesto nos impresiona, por la humildad, por la delicadeza, Jesús el Señor, quiere ponerse a los pies del hombre.

Tiene que bajar, tiene que despojarse, tiene que hacer un oficio sucio. Lavar los pies es un  ejemplo de otros muchos gestos serviciales que hay que hacer, como curar al enfermo, dar la mano a un ciego, acompañar a un anciano, enseñar, corregir, ofrecer.

Es una manera de hacer comestible, de gastar la vida, de darse a los demás como Jesús hizo.

Este día en Arenas Ntro. Padre Nazareno y como no, la belleza contenida por esa Madre, Virgen de los Dolores que aun siendo la más bella de corazón y espíritu se ve inmersa en una profunda sensación de Dolor que la atrapa, recorren esa noche las calles de Arenas, calle Farola, angostas y misteriosas calles de Cantarranas, donde tu paso, Padre Nazareno,  se convierte en exactos y estudiados movimientos de los hombres que te mecen.

Y así acompañaremos a Jesús en su camino a la Cruz, largo y doloroso, en el cual habrá momentos en los que el silencio, será interrumpido por el sentir del pueblo de Arenas desde el corazón de una SAETA y que nace de lo más profundo del corazón de quien la canta.

En este camino, Cristo se enfrentará, no solo con los dolores físicos que le produjo la pensada Cruz, los latigazos de los esbirros, las caídas, la fatiga y el desprecio de quienes contemplan su paso hacia el Monte Calvario, incluso sufrirá el abandono de aquellos que él mas quería, los discípulos, que se alejaron porque no acabaron de entender, que es el Hijo de Dios, quien va dar su vida por amor, para establecer su reino en la Tierra.

VIERNES SANTO

Cristo muere por AMOR.

En su muerte no hay belleza; su cadáver es el de un hombre lacerado por los golpes, demacrado, hinchado, con hematomas sanguinolentos, con ojos sesgados…un cuerpo sometido al más dramático dominio de la muerte.

No es la cruz de cartón piedra que vemos en nuestros templos; no es la talla hermosa de uno de nuestros escultores. Es la aterradora visión de una boca que grita de sed y angustia, de unos ojos hundidos y desesperados, de un espantoso dolor.

La cruz es la expresión de toda violencia, de toda ceguera, de toda injusticia, de toda maldad. Pero al mismo tiempo, es la expresión del AMOR GRATUITO hacia los hombres.

La espantosa visión de un hombre torturado me aterra, pero a la vez me robustece. Porque una locura de tal calibre puede hacerse desde una amor infinito, desde un amor loco, desde el Amor de Dios.

No es la cruz la que nos salva, sino el amor que conlleva. El Amor es más fuerte que la CRUZ. Y por ello, Jesús no condena a los que lo mataron, sino que los perdona y los salva.

Y con la cruz, Dios nos descubre que el gozo está más allá del sufrimiento; está en la alegría de poder dar la vida por Amor.

Dios muere con la alegría de entregar la vida por Amor. Y abre sus manos con valentía, con Amor. Al igual que se la tendía a los leprosos, a los ciegos, a la adultera, a los hambrientos, al apóstol incrédulo…

Hoy las manos de Jesús están clavadas, hoy hay muchos Cristos que necesitan de nuestras manos porque están atadas, clavadas, quemadas…

Hoy Viernes Santo nuestro Cristo descansa en su Sepulcro, en un duro lecho, lecho compuesto por hombros que lo sostienen y acompañado de Ntra. Virgen de los Dolores en su Soledad, vestida de luto, silencio, tristeza, todo es un desierto donde no hay vida.

¡Cristo ha muerto!

Pero aquí no acaba todo, falta lo principal de toda esta historia. Su Resurrección y con ella todo tiene sentido. ¿Qué sería de nosotros, creyentes, sin esa resurrección?

Sin ella todo se reduce a nada. Sin ella creeríamos en vano, en vano esperaríamos. Nos alimentaríamos de sueños. Dedicaríamos nuestra vida a dar culto al vacío. Perderíamos todo aquello que habríamos sacrificado.

Nuestra alegría se convertiría en grotesca. Nuestra esperanza sería la más amarga estafa cometida jamás.

Por eso, cuando las mujeres fueron a buscarlo en el sepulcro tenían, desde luego, todo menos fe en la posibilidad de una resurrección de Jesús.

Nada preveían, nada esperaban, lo que menos se iban a imaginar era la posibilidad que el Maestro pudiera estar vivo. Amaban a Jesús pero pensaban que estaba muerto.

Curiosamente, lo único que parecía preocuparles era que no había quedado bien enterrado. Con las prisas del viernes, lo habían embalsamado a medias. Sentían que era como traicionar al Maestro.

Y allá van la mañana del domingo, sin preguntarse siquiera como podrían entrar en el sepulcro, cerrado como está con una piedra que ellas no podrían mover.

¿Y cuál es la reacción al encontrarse que el que creían que estaba muerto no está allí y que alguien les anuncia que ha resucitado? ¿Acaso un estallido de alegría? ¿Un correr por la ciudad comunicando la noticia? No. Espanto, miedo, terror y silencio. ¿Cómo es posible que no lleven en sus rostros el gozo de la resurrección? ¿Cómo es posible que haya cristianos que dicen que se aburren de serlo?

La única manera de vencer la tristeza es dejar de amarla.

Tal vez porque lo sabía, quiso Cristo dedicar cuarenta días, casi una segunda vida, a explicar a los suyos ese camino del gozo por el que tanto les costaba penetrar.

¡Cuando descubriremos que Dios no es un Dios de muertos sino de vivos!

¡Cuando gritaremos los cristianos todos juntos!

¡CRISTO HA RESUCITADO!

Pero la historia sigue, Jesús no muere al morir, no se va al resucitar, no deja de vivir entre nosotros. Sigue vivo en su Palabra, en la Eucaristía, en cada creyente, en la comunidad…en el que ama.

Se acaba el pregón oficial de nuestra Semana Santa. Dejemos que continúe el importante, el verdadero, el Pregón de la calle, el pregón que da el pueblo de Arenas con su asistencia a los cultos, con su presencia en las estaciones de penitencia, con su trabajo en las cofradías, el pregón que da el pueblo de Arenas trasformando su forma de ser, acercándose a Jesús. Ese es el verdadero pregón.

Gracias Cristo por estar vivo.

Gracias pueblo de Arenas por escucharme.

 

DEDICATORIA.

Me gustaría dedicar este pregón a mi familia, a mi mujer Carmen, a mis sobrinos Marcos y Gonzalo y muy especialmente a mis padres a los cuales les debo la vida y el estar aquí entre vosotros.