Quiero dedicar este Pregón a mi familia, a mi mujer Encarni, a mis hijos Juan y Pablo y muy especialmente a mis padres Juan y Teresa en este año en el que celebran sus 50 años de casados.
PREGON SEMANA SANTA 2.008
Creo en Dios, al que me enseñaron a llamar Padre, que solo sabe querer y perdonar.
Y Creo en Jesucristo, el amor de Dios hecho hombre. Un Jesús del que me siento hermano y amigo.
Saludo al señor cura párroco de nuestra parroquia de Santa catalina Mártir de Arenas, “Juan Abel” al que agradezco el permitirme el uso de la palabra en este hermoso Templo, desde el que nos contemplan nuestros Sagrados Titulares.
Saludo a nuestra alcaldesa y a los concejales que nos acompañan.
Os saludo a todos y cada uno de vosotros Cristianos de Arenas y demás amigos.
Y Saludo entrañablemente a nuestro Hermano Mayor de la Cofradía “Salvador” y que en él reciban todos mis hermanos Cofrades mi más sincero agradecimiento por encomendarme la tarea de ser hoy, Pregonero, que es para mi el mejor regalo que podía recibir de vosotros.
El pregonar nuestra Semana Santa, es un orgullo y un lujo que os agradezco, es una gran responsabilidad, pero al mismo tiempo me permite, satisfacer un sueño y sacar de mi interior un cúmulo de sensaciones, recuerdos y vivencias, que muchas veces uno tiene la necesidad de compartir.
Ayudado de esta motivación y sabiendo que iba a tener tan cerca de mi, a nuestros sagrados titulares, fueron razones suficientes para escribir este pregón, que espero sea preludio de hermandad, capaz de despertar sentimientos dormidos, te tocar fibras sensibles y olvidadas y convertir nuestros corazones para que latan al unísono con el de nuestro hermano Jesús el Nazareno y nuestra madre Maria Santísima de los Dolores.
Me encomiendo a ti Jesús, rogándote me ayudes en este momento tan importante, porque voy a hablar de TI, y el primer pensamiento de este modesto pregonero, es pedir tu bendición para este, tu pueblo de Arenas que tanto te quiere.
Semana Santa en Arenas
A cada paso, en cada esquina, cada sombra de este bendito pueblo, es un impacto sensorial que exalta y conmueve profundamente mi corazón.
Es un hecho cierto que la “Semana Santa” forma parte inherente de mi propia vida. Siempre he sentido la necesidad de participar, de colaborar, de echar una mano para que nuestros Santos salgan a la calle.
Para que ese acto de fe que supone la conmemoración de la Pasión de Cristo, contara con nuestro granito de arena. Ya lo decía la madre Teresa de Calcuta: “A veces sentimos que lo que hacemos es solo una gota en el mar, pero el mar sería menor si le faltara esa gota” por eso desde aquí os animo a todos los que podáis, a echar una mano, sé que seréis bien recibidos.
Desde chico, me sentí muy cerca de la Semana Santa, pues yo también nací prácticamente debajo de la campana, como decía el año pasado Rosa Mari, en su pregón.
Me crié en el llano de la Iglesia y desde siempre observé a las mujeres preparar a nuestros Santos para salir por las calles de Arenas.
Tengo bellos recuerdos de mi niñez, de aquellas situaciones de antes. Cuando los hombres que portaban los tronos, iban amarrando sus pañuelos, en el varal para poder pasear a hombros por nuestras calles al Nazareno, y a nuestra Virgen de los Dolores, con situaciones dispares de estatura en algunas ocasiones.
Los que éramos mas pequeños íbamos aprendiendo junto al trono, pues nuestra misión era llevar durante todo el recorrido las orquillas, sobre las que descansaban los varales, en las paradas que se efectuaban, dando un pequeño respiro a los hombres del trono.
Tengo recuerdos del Viernes Santo, día en el que no se tocaban las campanas, en señal de duelo porque Jesús estaba muerto, y salían los monaguillos tocando las campanillas por las calles del pueblo a la voz de “primer toque”, “segundo toque” y la gente preguntaba “¿A que hora sale la procesión?”.
Poco a poco con el paso del tiempo, nos íbamos sintiendo hombrecillos, capaces de cargar a hombros con el trono del Resucitao, aquel pequeño trono de dos varales que estaba reservado siempre para los más jóvenes.
Que en el día más feliz para los cristianos querían empezar a probarse como hombres de trono, y por que no decirlo, a veces cruzando sus miradas, con las de alguna niña. Habrían sido capaces de llevar al Resucitao al cielo de un tirón.
Mi recuerdo mas triste fue en los años 80 cuando estuvimos a punto de quedarnos sin Procesiones, las mujeres que antes se dedicaban a su preparación, tenían que empezar a atender otras necesidades por razones obvias de la edad, de la familia y se hacia necesario el relevo que no llegaba.
Afortunadamente en unos años empezó a forjarse un grupo de jóvenes, hombres y mujeres, que culminaron su trabajo con la creación de la que hoy es nuestra Cofradía de Arenas, que hace posible que un año más vivamos nuestra especial Semana Grande, esmerándose en ofrecer los mejores adornos florales a su pueblo, para que el Arte acompañe al sufrimiento, para que el silencio de todo un pueblo ensimismado en el dolor de Cristo y su Santa Madre, venga vestido de olores y colores de la primavera.
DOMINGO DE RAMOS:
Ya se presiente la primavera, nuestros campos se cubren de flores y azahar.
Que alegría, estar en el campo y aprender de tu padre, a cortar unas ramas de olivo, que nos servirán para acompañar a Jesús en su entrada triunfal en Arenas.
Con que ilusión acercamos nuestras ramas de olivo para ser bendecidas, ramas de olivo, que mas tarde colocaremos en nuestras casas, convirtiéndolas con este gesto, también en la casa de Jesús.
El Domingo de Ramos abre solemnemente La Semana Santa, vamos con el pensamiento a Jerusalén, subimos al Monte de los olivos para recalar en la capilla de Betfagé, que nos recuerda el gesto de Jesús, gesto profético, que entra pacífico, aclamado como Mesías primero y condenado después, para cumplir en todo las profecías.
Por un momento revivimos la esperanza de tener ya entre nosotros, de forma abierta aquel que viene en el nombre del Señor.
Jesús es el hijo de María: es el hijo de una mujer humilde y por eso se desplaza como los humildes, a lomos de un asno. De ella aprendió a ser pobre: no era ciudadano romano, no tenía ningún título distinto a los de “hijo de María”, “hijo del carpintero” o simplemente “carpintero”.
Jesús fue un obrero, un laico venido desde Galilea donde la inestabilidad social era grande. Había vivido 30 años en Nazaret. Había nacido en un pesebre y así, desde el seno materno había sufrido las consecuencias del sistema opresor de los romanos.
Por eso Jesús entra triunfante a Jerusalén pero como pobre, montado en la cabalgadura que le correspondía como pobre, aclamado por los pobres que le seguían, y su triunfo es el comienzo de su pasión, porque en la sociedad de los satisfechos no hay lugar para que el pobre triunfe.
Dios hace presente su salvación desde la dignidad y la sencillez de los humildes, desde los que luchan para vivir con el pan fatigosamente ganado cada día. Dios plantó en María la semilla de la liberación de todos sus hijos y por eso la exaltó como llena de gracia y “dichosa” ante todos los pueblos.
Celebramos gozosos la entrada de Jesús en Jerusalén. Como los pobres y los humildes de entonces, reconocemos en la persona de Jesús, el hijo de María, el proyecto de una humanidad nueva que se gesta a partir de la humildad y la pobreza.
Acompañando a Jesús, proclamamos en medio de los conflictos que vivimos, la fe en el poder de Dios, proclamamos alegres su grandeza y, al mismo tiempo, testimoniamos la esperanza invencible de los más desfavorecidos.
AMAR, MORIR Y RESUCITAR
Debiéramos preguntarnos seriamente qué tenemos que ver cada uno de nosotros, en nuestro vivir diario, con el AMOR del Jueves Santo, la MUERTE del Viernes Santo y la RESURRECCIÓN del Domingo de Pascua.
AMAR, MORIR Y RESUCITAR, son tres momentos de la Semana santa. Tres realidades que, sin duda, son las más importantes en la vida de cada hombre. AMAR es el verbo más conjugado de la historia.
AMAR:
El hombre está sediento de amor. Cuando lo encuentra y cuando lo da, es feliz. Pero amar como Jesús amó, no es fácil.
El Jueves Santo es el día del Amor Fraterno, fecha en la que se conmemora La Última Cena de Jesús con sus discípulos. En ella, Cristo instituyó el sacramento de la Eucaristía, donde Él se hace presente a través de la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y su Sangre.
Son muchos los gestos que se evocan en el Jueves Santo. Uno de ellos es el signo de humildad y sencillez que realizó Jesús al lavarles los pies a todos sus discípulos.
Con esto queda muy clara la misión de la Iglesia en el mundo: servir. «Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.»
La Iglesia siguiendo el ejemplo de Cristo está al servicio de La humanidad. Por tanto todos aquellos que formamos la Iglesia estamos llamados a servir a los que nos rodean.
Cae la tarde y llega el momento de tallarse y repartir la carga entre todos los hombres de trono, la consigna es seriedad, respeto y devoción con lo que estamos haciendo, a esto nadie te obliga, estas aquí porque tu quieres, porque quieres sentir sobre tus hombros esa cruz, porque quieres sentir ese Dolor, porque quieres ser ese paño de lagrimas de nuestra virgen de los Dolores.
Ya es la hora, una corneta da su toque de atención. Sale Majestuoso, ¡No moverlo! despacito, cruzamos el umbral de la puerta, casi rozando el suelo, ¿No veis que está sangrando y en un cuerpo bendito? Paso firme hombre del trono, que no te falten las fuerzas, que no decaiga tu esmero. Alíviale el picazón de sus espinas clavadas, convirtiéndote en la nube que soporte su frente cansada. Todo Arenas te espera en el Llano para acompañarte.
Cristo, se inicia tu vía dolorosa recorriendo nuestras calles, llevando sobre tus divinos hombros la pesada carga de la cruz, vistiendo morada túnica, el cuerpo encorvado, triste, dulce y serena la mirada y mostrando en tu rostro la sublime expresión del dolor. A lo lejos Maria que no consigue alcanzarte.
Permíteme Señora que, con estremecida emoción, me prodigue esta noche en alabanzas hacia Ti.
Madre de Dios y Madre nuestra, mi Virgen de los Dolores, que nos socorres en los momentos más difíciles, que con esos ojos luminosos y misericordiosos, me haces pensar que una de las más bellas ocupaciones de tu amor maternal es mirar y guiar nuestros pasos, a veces equivocados o perdidos, y Tu, como Madre bondadosa, atenta, vigilante, nos corriges y nos señalas la senda recta para llegar a tu hijo, Dios Nuestro Señor.
Qué contenta te sentirás, aunque no mitigue del todo tu dolor, cuando ese ramillete de jóvenes, año tras año, abrazan tus varales para procesionarte hasta mil veces si hiciera falta.
Y Tú, de alegría al verlos, tus penas alivias y bajo Tu manto a todos acoges.
Tras de tu hijo, afligida
Ya se mecen tus varales
Y en esta noche serena
Recorres Señora mía
El pueblo de Arenas
Al llegar a la carretera, en un pequeño descanso, por fin lo tienes a tu alcance, pero solo un momento ya que su destino es cierto, tiene que seguir su camino, le espera aún el calvario, adentrarse por la estrechez de Cantarranas, por rincones en los que se hace difícil el paso, calles que se estrechan a tu paso, queriendo abrazarte.
¡Arriba! con fuerza, convertidos en el cirineo ayudando a nuestro Señor a caminar.
Abrid vuestras almas, que la gota de sangre del que arriba lleváis, se mezcle con la vuestra, y os fundáis en perfecto matrimonio de lo divino y lo humano.
Sus pies que descansan sobre vuestros hombros sean los que verdaderamente anden, el áspero calvario se convierta en limpia senda de esta bendita tierra, ¡Arriba con el! hasta llegar a la fuentezuela y recogerse en su templo no sin antes recibir el homenaje de una saeta.
MUERTE:
Ya es Viernes Santo, encontramos a Jesús a los pies del altar mayor, es la hora de “sexta”, medio día, Jesús en su cruz a hombros de nuestra juventud, se dispone a iniciar su vía crucis.
Al toque de una campanilla se van sucediendo las distintas estaciones, salimos casi solos, y poco a poco los arenuscos y arenuscas por las callejuelas van saliendo a tu encuentro, empezamos a recordar momento a momento tu pasión desde tu condena a tu muerte, de fondo solo se oyen tenuemente el redoblar de los tambores, hasta llegar a tu encierro, aroma en nuestras calles a incienso.
Las últimas siete palabras de Jesús en la cruz constituyen la firma de su propio testamento, siete palabras reducidas a dos líneas en una cruz: AMOR A DIOS Y AMOR A LOS HOMBRES:
PALABRAS DE MISERICORDIA
- Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Jesús, el hijo del carpintero, enseña otro camino: La justicia de Dios se manifiesta en su misericordia. La Salvación se ofrece a través del perdón.
- Hoy estarás conmigo en el Paraíso. Jesús ofrece su perdón, pero espera que el hombre reconozca su pecado y se convierta.
- He ahí a tu Hijo, he ahí a tu Madre. Ni tan siquiera en esos momentos la quisiste solo para ti, aquí sigues teniendo muchos hijos que la tienen como modelo, guía y referencia para la vida cristiana.
PALABRAS DE VERTIGO
- Dios mió, Dios mió, porque me has abandonado?
Sabemos que, aunque Jesús se sintiera abandonado por el Padre, este estaba con El, muy cerca, llenando de sentido su dolor. Y no solo estaba el Padre, también la madre, María estaba allí, presente, solidaria, contemplando y compartiendo con amor materno la debilidad de su Hijo, su soledad, y su dolor.
- Tengo Sed, Jesús es la Fuente de la Vida; de El brotan corrientes de Agua Viva; ha invitado a todo aquel que este sediento a que se acerque a El y beba para que nunca más tenga sed.
PALABRAS DE PAZ
- Todo está consumado. Desde la cruz, y próxima su muerte, puede expresar confiado que la Obra que le encomendó su Padre ya la ha culminado.
- Padre en tus manos encomiendo mi espíritu. La confianza de Jesús en el Padre da firmeza a nuestra esperanza: Vale la pena entregar la vida entera, y la vida de nuestro pueblo, está segura en las manos de Dios, que es nuestro Padre.
Y dicho esto expiró, es la hora “de nona” Jesús ha muerto, el sagrario queda vacío, las campanas en silencio. Tu cuerpo espera hasta que caiga la tarde y a golpe de martillo salga en procesión el Santo Entierro.
Ya se asoma al llano de la Iglesia, estás muerto pero no estás solo, no, Tu Madre María Santísima de la Soledad, te acompaña, y también todo Arenas, que te reza en dos filas interminables de velas que alumbran tu caminar.
Nuestros mayores a tu paso salen a tu encuentro, lagrimas de impotencia por no poder acompañarte en esta noche de duelo y el deseo de que el año venidero volvamos a vernos.
RESURRECCIÓN:
NOCHE DEL SABADO SANTO
Se enciende el fuego que ilumina las tinieblas, ese fuego es la luz de la Resurrección, cristo no esta muerto, cristo vive. Jesús ha Resucitado. Cada uno de nosotros, encendemos de ese fuego nuestra pequeña vela, para que esa luz de resurrección ilumine nuestras vidas.
Es Domingo, al medio día, las campanas tocan a gloria, Jesús ha resucitado, se nota en el ambiente, en nuestras caras, la muerte ha sido vencida, nuestras mujeres ilusionadas se preparan para sacar sobre sus hombros al Resucitao, le mecen dulcemente al viento, hoy todo es alegría, ya no hay pena, con cantos alegres y al compás de la Banda de música, la luz de la resurrección llena las calles de Arenas.
Para terminar, me gustaría compartir con vosotros una historia que cayó en mis manos hace unos meses y que espero nos haga reflexionar:
“Aquella mañana José al volante se su flamante deportivo, circulaba a toda velocidad por las calles del pueblo, se había quedado dormido y no llegaba a tiempo al trabajo.
Iba ensimismado en sus pensamientos cuando de pronto un ladrillo se estrello contra la puerta de su deportivo, frenó en seco y loco de rabia dio marcha atrás hasta el lugar de donde había salido el aquel ladrillo.
Se bajo del coche y vio a Luís su pequeño vecino de 7 años sentado en el bordillo de la acera.
Lo agarró, lo zarandeó y le gritó muy enojado ¿Qué demonios estás haciendo? ¿Por qué me has tirado un ladrillo? ¡Esto te va a costar muy caro, ya veras cuando se lo diga a tus padres!
Luís el pequeño de 7 años muy asustado y llorando le contestó:
Lo siento perdóneme señor José, pero no sabía que hacer. Mi hermano se ha caído de su silla de ruedas y esta herido; yo no puedo levantarlo solo. ¡Nadie quiere pararse para ayudarme!
José sintió que se le hacía un nudo en la garganta. Se acerco a levantar a Juan el hermano inválido del pequeño Luís, lo sentó en su silla de ruedas y examinó sus heridas que por suerte solo eran algunas rozaduras que no revestían gravedad.
Mientras el pequeño de 7 años, aún asustado por las voces de José, empujaba a su hermano en la silla de ruedas camino de su casa, José se dirigió lentamente y sin prisas a su deportivo, avergonzado, triste y pensativo.
Nunca quiso llevar su deportivo al taller para reparar el golpe del ladrillo, lo dejó estar, para recordar siempre que no se debe ir por la vida tan rápido como para que alguien tenga que tirarle un ladrillo para llamar su atención.
¿Y nosotros? ¿Hemos recibido algún ladrillazo últimamente? ¿Escuchamos a nuestros padres, a nuestros hijos, a nuestros amigos, a nuestros vecinos?
Probablemente caminamos tan rápido que no nos damos cuenta de todo lo importante que sucede a nuestro alrededor.
Deseo y espero que esta Semana Santa que nos llega, nos deje alguna marca.
Tenemos que intentar resucitar cada día en un esfuerzo permanente por dar a nuestra existencia un tono y un estilo en el que se reconozca inmediatamente a Cristo, cuyo final no fue la Cruz, sino la Luz.
Muchas gracias.
Juan Santamaría Peláez.
Arenas, 8 de Marzo de 2.008
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