Pregón Semana Santa
Señor Cura Párroco, Hermano Mayor, Señora Alcaldesa, Hermanos Cofrades, Amigos todos:
Deseo agradeceros sinceramente este cariñoso recibimiento que a titulo de presentación acabáis de dedicarme.
En el mes de enero Manoli me dijo: “Este año tienes que pregonar nuestra Semana Santa”. Honor y lujo que os agradezco, por confiar en mí para que sea este año la pregonera de la Semana Grande. Para exaltar El motivo de nuestra fe, la muerte y resurrección de Jesús. Gracias, y perdón de antemano por lo que no transmita bien pero podéis estar seguros que lo hago con temblor e ilusión.
Hermandad es compartir, colaborar en los buenos y malos momentos, es estar abiertos a los demás, repartir situaciones fáciles y difíciles, en síntesis estar siempre junto al Hermano y con el Hermano.
Debemos entregarles a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos, este legado grandioso que es nuestra Semana Santa. Y en este momento quiero agradeceros a todos los que integráis la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Maria Santísima de los Dolores, vuestro esfuerzo, vuestras horas interminables, sin vosotros nada de esto sería posible.
Desde mi profunda emoción, intento buscar respuestas a lo que tantas veces he pensado, cuales son mis méritos, para poder desde este sitio privilegiado, intentar explicar lo que mi corazón siente.
Y que no es otra cosa que un profundo amor a mi pueblo, a vosotros mi gente, a nuestra Semana Santa, a quien se hizo Hombre para pagar por nuestras culpas y al que tanto le debemos, a Nuestro Padre Jesús Nazareno. A su Madre Dolorosa, ejemplo para todos y cada uno de nosotros, a quién le pedimos que nos envuelva en su manto de silencio y nos transmita su fe, la altura de su esperanza, la profundidad de su amor, y que desde su mirada llena de ternura nos dé fuerzas para seguir adelante.
Me encomiendo a ti madre, Maria Santísima de los Dolores, rogándote me ayudes en este día tan importante para mi, porque voy a hablar de tu Hijo.
En esta tarde noche en la que se presiente la llegada de la primavera, en la que nuestros campos ya han florecido y se disponen a cuajar sus frutos, nuestras calles y plazas se inundan de olor y luz, y esta es la señal que nos indica que se descorren las cortinas de la Semana Santa. Que debemos de lanzarnos de nuevo al camino y proponernos entre todos que esta sea mejor, que la superación sea constante, que demostremos de lo que somos capaces, que arrojemos con fuerza la semilla de nuestra labor para que caiga en tierra buena, que sea fecunda y germine el fruto de nuestra dedicación.
Después de una Cuaresma profunda, el Domingo de Ramos nos abre las puertas de la alegría en lo que va a ser y fue el mejor pregón para la humanidad, con ramos de olivo vamos los niños y mayores aclamando al Señor. Él, que nos demuestra día a día que en esta vida no hay mejor cosa ni nada más bonito que amar.
¡Cerrad los ojos!
¡Echad la mirada atrás!
Jueves santo, lavatorio de pies ¿se puede pedir más humildad? Y además nos da un nuevo mandamiento “Amaos unos a otros como yo os he amado”. Celebramos la eucaristía , la última cena en memoria de Jesús. Y al acabar, todos nos arreglamos para en seguida volver a encontrarnos frente a la puerta de nuestra Iglesia.
El murmullo nervioso y lleno de fe, hace explotar en un gran aplauso cuando se entrevé la cruz guía que abrirá el cortejo procesional. Aparece, y detrás, Jesús Nazareno sobre los hombros curtidos de nuestros maridos, padres, hijos y hermanos, que con gran sencillez y sobriedad harán caminar sobre el silencio de la noche y la brisa calmada, a Jesús Nazareno entre nuestras calles y rincones.
Silencio, piropos, música de tambores y cornetas, lágrimas en los ojos y oración en el corazón.
No me puedo olvidar que una madre nunca deja solo a un hijo; y ahí está; saliendo detrás de él y parando el llano de la iglesia: ¡Qué guapa vas!
¿Y que te diría yo Señora
que no te haya dicho nadie?
te han dicho que eres estrella,
lucero y hasta diamante.
Te han comparao con la luna,
con la suavidad del aire,
con el sol y el firmamento,
con la espuma de los mares,
con el nardo, con la rosa,
con la azucena radiante,
con la simple clavellina
y con la amapola granate.
Te han dicho Guapa más veces
que arena hay en los mares.
y están los labios gastaos
de tanto nombrarte
¿Qué te diría yo, madre
que no te haya dicho nadie.?
La noche avanza, Jesús mecido por los hombros de sus horquilleros se aleja por nuestras estrechas calles encaladas, ya no veras a tu madre hasta que distingas el calvario.
Sabes cual es tu suerte y viendo a tu madre bajar desde la Farola, prefieres esperarla un momento antes de encontrar tu muerte.
Ya llega Maria, baja lentamente con la mirada clavada en su hijo, ¡arriba horquilleros! que ya falta menos, que ya le veo.
Se funden en un abrazo, madre e hijo, horquilleros con horquilleros, hombro con hombro cogidos de la mano en un corto paseo.
La procesión continúa, y tu horquillero cuando entras en Cantarranas haces tuya la frase que el Divino Maestro dijera: “Si quieres ser discípulo mío, carga con tu cruz y sígueme”.
Ya sabes que llevas sobre tus hombros a tu Nazareno, y a tu Madre María, y entonces sacas fuerzas de flaquezas para volver a erguirte, y parece que arrimas el hombro y sin embargo lo que de verdad arrimas es tu corazón, porque corazón es precisamente lo que a ti te sobra.
Ya estamos de regreso a tu templo, Jesús se recoge tras escuchar una saeta con sentimiento, y ve llegar de nuevo a su madre. Nuestra Banda de tambores y cornetas va a su encuentro y al son del “Pescador de hombres” la traen hasta su encierro.
Amanece, Viernes Santo.
Los primeros rayos del sol del mediodía iluminan el cuerpo desnudo de Jesús en su Cruz. Se escucha el tintineo de una campana, una oración, una reflexión, una Estación más del Vía Crucis que camina a su final.
Aromas en nuestras calles a Incienso.
¡Jesús ha muerto! El sagrario queda vacío, las campanas en silencio. Adoración de la Cruz.
Cae la tarde, a golpe de martillo sale el Santo entierro, Arenas te contempla con tristeza, dos filas de velas te alumbran y acompañan, mantillas de luto, nuestros mayores salen a tu encuentro. Detrás y a lo lejos, la Virgen de la Soledad recorre las calles por las que su hijo ha ido sembrando su sangre, y sus ojos se llenan de lagrimas, pero no estás sola, porque todo el pueblo te acompaña en tu dolor y tu Soledad.
Sábado Santo
Una voz grita en la noche
¿porqué buscáis entre los muertos al que vive?
¡Cristo ha Resucitado!
Se bendice el fuego y de ese fuego purificado se enciende el Cirio Pascual que nos dará Luz a todos los cristianos.
Se pregona la Pascua de Resurrección:
¡Que noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra
lo humano y lo divino!.
La Iglesia se llena de flores, repican las campanas a toque de Gloria, alegría para el Señor Resucitado que desde la plaza proclama que la muerte ha sido vencida.
A tus pies nuestras mujeres, que ilusionadas te mecen dulcemente al viento por nuestros rincones, vítores de alegría para Cristo Resucitado, que resucita para quedarse en nuestros corazones.
Para acabar me gustaría que Jesús se sintiera orgulloso de los hombres y mujeres, que si él fue capaz de dar su vida por nosotros no le defraudemos, que no permanezcamos impasibles ante las injusticias del mundo, tenemos que acabar con el hambre, con la miseria, con el terrorismo, con las guerras… No hay caminos para la Paz, la Paz es el camino.
Arenas sal a tus calles. Ahí tienes a Cristo, ahí tienes a tu Madre. Que sea nuestro orgullo. Arenas, vive tu Semana Santa.
Gracias Jesús por seguir entre nosotros, Gracias Arenas por tu Silencio, tu respeto y tu devoción.
Gracias a todos.
Arenas, 20 de Marzo de 2004
Encarnación Cuadra Muñoz
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